Las hermanas Apostólicas, en la variedad de sus compromisos, continuamos la misión de Aquel que pasó haciendo el bien. ( Const. art. 4)


“Diseminadas acá y allá por el mundo, manifestándose bajo diversas formas en todos los caminos que recorren los pobres peregrinos, se asemejan a la flor del desierto que crece al borde del abismo, al pie de las ruinas y de los sepulcros.…No os separasteis de los que viven bajo la ley común; los acompañáis, compartís con ellos todas las molestias, trabajos y peligros del viaje.”(Prefacio 1851.Constituciones)




Las Religiosas Apostólicas participamos en el Proyecto de Pedro Bienvenido Noailles, vivimos en comunidad el espíritu y la finalidad de la Familia entera. Animadas por el mismo amor que impulsó a los discípulos de Jesús, estamos presentes en la diversidad de países y culturas.

Como Religiosas apostólicas participamos en la vida misionera de la Iglesia. Estamos llamadas a extender y fortalecer la fe, por medio de la palabra, la presencia y la acción. (art. 84)

Unidas por una misma consagración, sentimos la urgencia de llevar al mundo el conocimiento de Cristo y de trabajar en la extensión de su Reino. Somos responsables de la unidad y la vitalidad del Instituto. ( art. 4)

Somos comunidades y personas de “éxodo”, disponibles y dispuestas; vivimos una movilidad como tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo atentas a cada momento de la historia, a discernir las llamadas de quiénes más lo necesita, buscamos responder a los desafíos de hoy con actitud de escucha, apertura y audacia.

Dios se hace cercano en la persona de Jesús. La Sagrada Familia, en Nazaret, irradia esta presencia de Dios que actúa en un pueblo y para un pueblo. Ahí encuentran nuestras comunidades la fuente de su vitalidad y de su dinamismo apostólico. (art. 112)


La oración personal y comunitaria, son momentos privilegiados en los que se expresa y se renueva nuestro amor a Dios y a los otros. (art. 34)

Nos comprometemos a afirmar la dignidad de la persona, oponiéndonos a toda forma de discriminación, entre nosotras, en la sociedad y en la Iglesia.

La experiencia de Dios fundamenta nuestra vida apostólica y le da su sentido. Construye nuestro ser de apóstales y nos urge a proclamar gozosamente su nombre y a comunicar a todos lo que hemos visto y oído. (art. 111)


La Eucaristía memorial de la muerte y Resurrección de Cristo, es el centro de nuestra vida (art. 30)


Cristo continúa actuando a través de nuestras acciones: su celo por el Reino nos hace audaces y creativas y su mansedumbre nos convierte en artífices, fuertes y perseverantes, de justicia y de paz. (art. 123)



- En este mundo dividido sediento de amor, de justicia y de paz, de libertad y dignidad, como Religiosas de la Sagrada Familia, aceptamos el reto de nuestra misión común: ser y hacer familia.Juntas queremos ser testigos de Dios vivo y decir a la humanidad que la comunión es posible.



Nos comprometemos a afirmar la dignidad de la persona, oponiéndonos a toda forma de discriminación, entre nosotras, en la sociedad y en la Iglesia.

- En un mundo en cambio, nos sentimos urgidas a promover la dignidad de la mujer; apostamos por la inclusión y la integración. - En un Universo de interdependencia, queremos:

  • acoger la creación como don,

  • vivir en relación con la madre tierra salvaguardando su integridad,

  • colaborar para que los recursos se compartan de manera justa,

  • buscar las raíces de la injusticia,' trabajar por un desarrollo sostenible


En una sociedad donde la paz está amenazada y la violencia sigue creciendo, queremos:

  • vivir la paz y l ano violencia en nosotras mismas.

  • ser instrumentos de paz en nuestras relaciones, afrontando los conflictos

  • en diálogo,

  • colaborar con otros/as, creando redes para crear la cultura de la paz.

En una cultura de muerte, en una sociedad “enferma”, optamos por la vida y la salud integral en todas sus dimensiones. ( C. C.)

Toda nuestra vida es apostólica como lo fue la de Jesús, María y José en Nazaret. Consagración y acción apostólica están íntimamente unidas; ambas se estimulan y enriquecen mutuamente. No hay donación a Dios sin entrega a los demás. El celo por el Reino, da sentido a toda nuestra existencia: abandono en la providencia, inquietud por crear comunión, mansedumbre y sencillez, hacen de nosotras testigos, profetas y apóstoles. (art. 86)

“NADA PUEDE DETENER VUESTRO CAMINO”


¡SEGUID ADELANTE¡ TENED UN SOLO ENTENDIMIENTO Y UN SOLO CORAZÓN” ( Prefacio 1851, Constituciones)